La historia viviente
"Cogito ergo sum"

René Descartes, un héroe del pensamiento

El 11 de febrero de 1650, en Estocolmo, murió uno de los filósofos, matemáticos y físicos que más marcó a la humanidad.

Por Gustavo Zandonadi, especial para NOVA

El 11 de febrero de 1650, en Estocolmo, murió el filósofo, matemático y físico René Descartes. Tan grande fue su contribución a la filosofía que su apellido dio origen al adjetivo "cartesiano" en alusión a su obra.

Nacido el 31 de marzo de 1596 en La Haye, Francia, Descartes provenía de una familia noble. Su padre, Joachim Descartes, era consejero del Parlamento de Bretaña, y su madre, Jeanne Brochard, falleció cuando él tenía un año de vida. Por esa razón el pequeño René fue criado por su abuela materna. Desde sus primeros años demostró ser poseedor de una inteligencia extraordinaria, lo que lo llevó a ingresar en el Colegio Jesuita de La Flèche a la edad de once años.

Durante su formación estudió filosofía escolástica, matemáticas y física. La disciplinada lectura de Cicerón, Horacio, Virgilio, Platón y Aristóteles le permitió obtener un elevado nivel de conocimiento, superior al promedio para sus coetáneos de la época. A sus 18 años comenzó a estudiar derecho en la Universidad de Poitiers, logrando su título de grado en 1616.

Lejos de conformarse con los contenidos que recibió, su deseo de alcanzar un conocimiento más profundo lo impulsó a cuestionar los principios establecidos. Esa idea de cuestionarlo todo comenzó a tomar forma en "Reglas para la dirección de la mente" que vio la luz en 1628 y más adelante profundizó en su obra más famosa. Tal fue la influencia de "El Discurso del Método" (1637) que sentó las bases de la filosofía moderna, escrito en Holanda, lugar a donde el filósofo se trasladó para dedicarse por entero a analizar sus pensamientos.

En su obra consagratoria Descartes propuso un método de pensamiento basado en la duda metódica y la búsqueda de certezas indubitables. Su famosa máxima "Cogito, ergo sum" ("Pienso, luego existo") A partir de entonces el sujeto pensante pasó a ocupar el centro de la reflexión. Esta perspectiva revolucionaria permitió superar la escolástica medieval y abrió las puertas a nuevas corrientes de pensamiento

Estructura de una obra maestra

El Discurso del método fue un libro subversivo para su tiempo, porque que exhorta al individuo a rechazar el relato de la creación divina para explicar todo tipo de fenómeno. Descartes lo dividió en seis partes. En la primera habla de su peregrinar intelectual, desde sus inicios hasta 1637. Allí deja en claro que, por decirlo en términos de nuestra época, había cosas que no le cerraban, por lo que era necesario buscar un método para llegar a tener certezas.

En la segunda parte el filósofo habla de sus días del invierno holandés, que pasó frente a la estufa, en la soledad que necesitaba para pensar y para encontrar las palabras adecuadas para poner la idea en el papel. La idea más revolucionaria de este capitulo es la de prescindir de todos los conceptos heredados para ir en búsqueda de los propios. Es aquí donde aparece la idea de poner en duda todo lo conocido y aceptado como válido.

El tercer capítulo habla de la necesidad de contar con una "moral provisional", lo cuál significa que mientras se busca la verdad, hay que respetar las leyes, indagar en lo más dudoso para llegar al fondo de la cuestión y por último, concentrarse en el deseo propio, dado que lo único que el individuo puede controlar totalmente son sus pensamientos.

El cuarto es la columna vertebral del libro. En él Descartes da cuenta que la duda metódica es crucial para no dejarse engañar por los sentidos. Es ahí donde aparece la consigna "Pienso, luego existo", empleada para argumentar, en tres pasos, que Dios existe: Primero, hay que asumir que la existencia humana es imperfecta. Segundo, si existe la idea de la perfección siendo el humano imperfecto, es porque hay algo superior que es perfecto. Tercero, ese ente superior y perfecto es Dios.

En el quinto capítulo Descartes se refiere a la organización del universo a través de los elementos que lo componen. Habla del sol, de la luz que emena del astro y de los planetas,  poniendo al hombre en la tarea de contemplar ese espectáculo natural. En este capítulo el autor marca la diferencia entre las personas y los animales, por la capacidad de razonar y por el don de la palabra.

En la última parte Descartes piensa sobre el alcance de sus estudios y las consecuencias que podría generar su publicación. En el final del capítulo declara que quiere ocupar su tiempo en estudiar las cuestiones que son de su interés.

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